La ansiedad, la peor enemiga para empezar una dieta

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A menudo se confunde la ansiedad con esas ganas de comer que dan en situaciones de aburrimiento o malestar emocional. Sin embargo, en la psicología este término es mucho más profundo, ya que puede repercutir en diferentes ámbitos de la vida de una persona. La alimentación y, específicamente, la nutrición es uno de ellos. Por esta razón a muchos que la padecen les cuesta empezar una dieta.

Lo bueno es que el problema tiene solución y hay diferentes alternativas para abordarla. Sin embargo, sea cual sea el caso, es indispensable que la persona tome la decisión y asuma con determinación el seguimiento de su dieta. De este modo, aumentan las probabilidades de cumplir con el objetivo de alcanzar el peso ideal o, en general, llevar una vida más saludable.

¿Qué es la ansiedad?

En primer lugar, conviene hablar sobre la ansiedad. Se trata de un sentimiento de miedo o inquietud que se manifiesta de forma frecuente y puede detonar síntomas físicos variados. Entre ellos, las palpitaciones y la sudoración sin una razón aparente. Pero curiosamente, la ansiedad también está asociada a la sensación de tener apetito, incluso aunque ya se hayan consumido alimentos.

Hablamos de un sentimiento muy común, aunque pocos lo reconozcan. Las personas pueden sentir ansiedad cuando enfrentan una situación difícil en casa o en el trabajo, temiendo sus consecuencias, por ejemplo. También antes de presentar un examen, discutir un tema delicado o tomar una decisión importante. Sin embargo, hay casos en los que esta está asociada a trastornos más complejos.

¿Cómo se conectan la ansiedad y el deseo de comer?

Cuando las personas están muy cargadas de preocupaciones, miedo al futuro e inseguridad, tienden a desarrollar hábitos que las hagan sentir mejor. Muchas de ellas aprenden a lidiar con este problema de forma saludable; empiezan a asistir a terapia, practican respiración profunda, hace ejercicio físico y se enfocan en el aquí y el ahora. Pero otras consiguen alivio rápido al dar rienda suelta a sus antojos.

Ciertamente, habrá ocasiones en la que un subidón de serotonina derivado de una golosina será útil para lidiar con la ansiedad. El problema llega cuando este comportamiento se vuelve repetitivo; entonces las personas se vuelven dependientes de la comida para lidiar con sus emociones. De ahí que a muchos les cueste empezar o mantenerse en una dieta saludable.

En parte, es por esta razón que los nutriólogos y profesionales en cirugía bariátrica toman en cuenta la evaluación psicológica de sus pacientes. Es común que los atracones y la ingesta excesiva de calorías esté asociada a un problema emocional o un trastorno psicológico. La ansiedad puede ser uno de ellos y una vez que la comida se convierte en el refugio, es difícil luchar contra ella.

Algunas recomendaciones para controlar la ansiedad y seguir una dieta

Hasta el momento, no hay evidencia de que aplicar un cambio en la dieta pueda solucionar la ansiedad. De hecho, la recomendación de oro es buscar ayuda psicológica para comprender sus raíces y empezar a abordarlas profundamente. Pero esta ayuda siempre irá acompañada de hábitos saludables que permitan devolver la seguridad y la sensación de control a quienes la padecen.

Aunque son numerosos, nos centraremos en los relativos a la alimentación. Mayo Clinic recomienda el consumo de calorías en las mañanas ya que estas, además de nutritivas, ayudan con la sensación de saciedad prolongada. Asimismo, el consumo de agua a lo largo del día puede ayudar tanto con la ansiedad emocional como con los atracones.

También se recomienda el consumo de hidratos de carbono. La razón es básicamente la misma que lleva a muchos a refugiarse en ellos para sentirse mejor: los niveles de serotonina. Se cree que estos pueden elevarlos detonando un efecto tranquilizante que ayuda a aliviar la ansiedad. Incluir alimentos como la avena, la quinoa y los cereales integrales en la dieta puede ayudar con ello.

Otro buen consejo es respetar el horario de las comidas. Con ello, las personas con ansiedad pueden controlar tanto las porciones como las condiciones en las que comen. Además, esto les permite aprender a identificar las emociones propiciadas por el hambre –como cuando llega la hora de comer y aún no lo hacemos–; asimismo, las derivadas de situaciones estresantes o preocupaciones.

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